Entrevista con Sebastián Pineda, egresado de Literatura y ganador del XII Premio Juan Andrés de Ensayo
Entrevista con Sebastián Pineda, egresado de Literatura y ganador del XII Premio Juan Andrés de Ensayo
Sebastián Pineda es de la generación 2005 del Pregrado en Literatura de Los Andes. Su tesis de literato, que publicó en 2007 con el título La musa crítica: teoría y ciencia literaria de Alfonso Reyes, examinó la teoría literaria del crítico mexicano. Ese trabajo puede considerarse un preludio, “una suerte de tanteo”, del libro con el que, en 2021, Sebastián ganaría el Premio Juan Andrés de Ensayo e Investigación en Ciencias Humanas. Son más de quince años los que nuestro egresado ha dedicado a la crítica literaria hispanoamericana que se condensan en una antología de cinco siglos de letras en español. La obra galardonada se llama La crítica literaria hispanoamericana (una introducción histórica).
En esta entrevista, Sebastián Pineda, que trabaja hoy como coordinador de la Maestría en literatura aplicada de la IBERO de Puebla, explica la importancia de reivindicar el español como un lenguaje de teoría y crítica y recuerda cómo comenzó su interés por este tema cuando estudiaba en Los Andes.
¿De qué se trata La crítica literaria hispanoamericana (una introducción histórica)?
No sé cómo está el pénsum ahora, pero recuerdo que cuando yo estaba en el Pregrado, veíamos tres materias en teoría literaria. En esas tres, se daba un repaso por el formalismo, el estructuralismo, el posestructuralismo, las teorías de la recepción, la narratología… cantidad de escuelas de teoría literaria. Lo que yo empecé a notar es que casi no veíamos críticos ni teoría hispanoamericanas o incluso en lengua española, de ningún continente; eran teóricos franceses, ingleses, angloamericanos o centroeuropeos. Comencé a preguntarme “¿por qué aquí hay tremendo vacío de críticos y teóricos en lengua española? ¿Acaso es que no se ha producido nada por el estilo entre nosotros? ¿Dónde están las teorías literarias, los teóricos, los críticos?” Entonces, indagando e indagando encontré, inicialmente gracias al profesor Adolfo Caicedo, el nombre de Alfonso Reyes.
Alfonso Reyes es un gran teórico de la literatura. Su teoría literaria se titula El deslinde: Prolegómenos a la teoría literaria, publicado en 1944. Cuando la encontré, escrita en español por un mexicano, comencé a interesarme mucho por esa franja poco explorada de la crítica y teoría literaria en lengua española y escritas en hispanoamérica. El primer paso de lo que ahora es este libro [La crítica literaria
hispanoamericana (una introducción histórica)], que es una introducción general que va desde la conquista hasta finales del siglo XX de lo que se entiende por crítica literaria, considero que fue mi tesis de licenciatura alrededor de la teoría literaria de Reyes. Ahí, claro, tuve que empezar a ver que había teoría literaria incluso en el Siglo de Oro español. Para que Cervantes llegara a escribir el Quijote, necesitó cierta reflexión alrededor de la creación literaria que ya estaba dada, por ejemplo, por un teórico que se llamaba «López Pinciano»; ¡desde ahí tenemos teoría literaria! Naturalmente estas cosas llegaron a América y en el caso de Colombia menciono, por ejemplo, el nombre de Hernando Domínguez Camargo, un poeta de la colonia bogotano que era un fan de Góngora y para defenderlo a él y su creación literaria, hizo crítica y formuló una teoría de la poesía culterana.
Entonces, sí, me remontó hasta esa época y llego, por ejemplo, hasta uno de los críticos más importantes, no solo de Colombia, sino de hispanoamérica que se llama Rafael Gutiérrez Girardot porque me parece clave su diálogo con la filosofía alemana. Lo curioso en Gutiérrez Girardot es que nunca se casó con el formalismo, el estructuralismo o el posestructuralismo, sino que mantuvo una independencia crítica que le
permitió leer muy bien a Heidegger y, sin embargo, insistir en la importancia de Reyes, Pedro Henríquez Ureña y otros autores como Andrés Bello: la tradición hispanoamericana sin renunciar a la gran cultura europea.
Para resumir, ese es el contenido de mi libro, que por cierto es muy breve, no rebasa las 200 páginas, es una introducción. Es un esfuerzo de lo que el Fondo de Cultura Económica en sus colecciones llama “breviarios”, que son lo más sintéticos posible sin dejar de mencionar los grandes problemas que se encuentran cuando se hace un recuento histórico. En este caso de la crítica literaria hispanoamericana. Abordo el que yo creo que es el gran problema de nuestros críticos y es que no están datados; cuando consultas una antología de la teoría literaria del siglo XX, no encuentras a ningún español ni a ningún hispanoamericano. Para empezar, ahí está el aporte, lo que creo que vieron de interesante los jurados del premio. Y, como para profundizar más, está el hecho de que al hacer este recuento histórico nos damos cuenta de la posibilidad de dialogar con la gran cultura europea sin renunciar a una tradición no muy distinta, pero sí muy original y hecha con muchas más dificultades.
Vea el video de momentos destacados de la ceremonia de premiación que tuvo lugar el 22 de junio de 2021.
El Premio Juan Andrés de Ensayo e Investigación en Ciencias Humanas es otorgado por el Instituto Juan Andrés y el Grupo de Investigación Humanismo-Europa de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante.
¿Qué experiencias, clases o profesores recuerda gratamente de sus años estudiando Literatura?
Esa es una época que quisiera contar, de hecho estoy escribiendo un libro, un ensayo alrededor de un escritor colombiano que no era profesor de Los Andes, pero vivía muy cerca: Germán Espinosa, de La tejedora de coronas. Yo salía de clase y me iba a conversar con él en los cafés de la Jiménez. Alrededor de Espinosa, muchos amigos, estudiantes de Los Andes también, nos reuníamos e hicimos una revista que se llamó La movida literaria. También logramos fundar una red nacional
de estudiantes de literatura, eso en el año 2004, que creo que todavía está viva.
Lo que quizás sea digno de mencionar para los chicos que ahora mismo están estudiando es que la conciencia histórica de tu país, de tu tradición, te da muchísimas fuerzas para entender el presente y para tratar de cambiar, no en el sentido utópico, sino en el sentido más bien integrador. Una vez que ya teníamos la red planeada en Los Andes, la extendimos a la Javeriana, a
la Nacional y luego a otras ciudades colombianas.
Recuerdo mucho que mientras estudiaba, tenía esa conciencia de estar interesándome por la historia, conversando con escritores, teniendo profesores tan interesantes como Betty Osorio, a quien le agradezco mucho la enseñanza de Mito y archivo, que es una teoría de la narrativa latinoamericana. Algunas clases memorables son las de teoría literaria que daba Adolfo Caicedo; las clases de Siglo de Oro de Amalia Iriarte, geniales; las de María Luisa Ortega de Rulfo y literatura española.
Vea la conversación entre Sebastián Pineda y el historiador Santiago Pérez Zapata en la Casa Museo Otraparte.
¿Por qué es importante insistir en la educación en humanidades hoy?
He escuchado que, en medio de la pandemia, muchos pensando que era el fin del mundo convencieron a sus papás de dejarlos estudiar humanidades. En épocas de crisis son las humanidades las que pueden dar una respuesta.
Las humanidades son tan críticas de sí mismas que en el posestructuralismo, que es una de las teorías que más me interesa, te encuentras con teóricos que afirman que las humanidades están muertas, dicen que el sujeto humano poco tiene qué ver en un mundo casi que gobernado por las inteligencias artificiales. Pero curiosamente en esa definición de que las humanidades están muertas por el dominio tecnológico del mundo hay también un desafío, puesto que ya ni es el lenguaje como tal lo que nos hace humanos o nos distingue de las bestias, como pensaban Aristóteles o los filósofos de la Edad Media, que insistían en que lo que nos diferenciaba de los animales era el lenguaje, el habla, la escritura. Ahora las máquinas escriben y hablan. ¿Entonces cuál es la
diferencia con el humano? Pues, de hecho, mi libro también termina con una reflexión alrededor de la tecnología y la inteligencia artificial y cómo lo que nos va a distinguir de las máquinas es la crítica. Entonces uno de los desafíos de las humanidades está en darle más cabida a la crítica. Me parece que por cierta contaminación de la academia norteamericana hemos decidido llamar muchas cosas “estudios”. Se habla de estudios culturales, estudios latinoamericanos, como traducción de Latin American Studies, pero en realidad el término “estudio” o incluso “ensayo” está, digamos, tratando de ocultar la palabra “crítica”. Quiero decir que cuando se estudia algo, se debe estudiar de manera crítica, no apologética: no que “voy a estudiar a Juan Rulfo o García Márquez solo para elogiarlos otra vez”, no vas a decir nada nuevo. Necesitamos crítica, ese es el punto. Ahora, para que haya crítica, a la vez, tiene que haber un sentido de la historia tremendo. La conciencia crítica está muy unida a la conciencia histórica.
No puede haber crítica si no hay historia.
De hecho ese es uno de los problemas que tuvieron que enfrentar muchas veces los estudios literarios, se casaron demasiado con el formalismo y supusieron que bastaba para interpretar un texto con tener herramientas lingüísticas: “aquí suena esto o utiliza tantos verbos y entonces logra este efecto”. Pues bueno, está muy bien y de hecho la lingüística ha servido muchísimo para la programación, pero el sentido de la historia, saber que venimos de mucho más de 2000 años de escritura, que nuestro mundo se estructura con vocales y consonantes y que, bueno, mucho de la conciencia de país, de nación, de familia ha pasado por un texto, hace que, en el fondo, todo parezca provenir de la crítica literaria. No en el sentido totalitario, sino que, en la medida en que somos más conscientes de eso, de repente vamos a tener más criterio para que no nos obnubile las inteligencias artificiales que están tomando muchísimas decisiones, incluso a gran escala.
De la generalidad de las historias de la crítica y teoría literaria «occidental» los nombres hispanoamericanos brillan por su ausencia. Lo referente a la crítica literaria hispanoamericana merece apenas un breve artículo en el último de los nueve volúmenes de The Cambridge History of Literary Criticism.